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Cuando era chiquitita iba a un restaurante con manteles de cuadrillé rojo con blanco, allí probé la mejor lasaña de mi existencia, pero sucede que un día el local cerró y me dejó un vacío culinario.
En mi vida he perseguido a esta lasaña perfecta. Fui a muchos lugares, pero jamás pude volver a darle a mi paladar el gusto de la perfección hecha pasta.
Un tiempo comía lasaña en el Naturista, era rica, pero hastío de tanto consumirla. También visité el Da carla y el Oh Sole Mío, pero no lograban darle al punto de la perfección.
Por cierto, probé en un montón de locales cuyo nombre no recuerdo (y de otros tantos que no quiero acordarme)
Hace algunos años tuve una esperanza por allí por República (o quizás Brasil, soy mala con las calles) en el San Genaro (que por cierto, ahora hace comida mexicana… sin comentarios), me dieron una lasaña que estaba demasiado rica, pero esa ilusión no duro más que una vez, fue ese loco amor de verano, intenso y fugaz…
Pero lo que sucedió hace unos días, eso, no me lo explico. Ya olvidados mis propósitos, decidí servirme algo en el centro (en realidad, no quería cocinar) y en ese local de libros y música, te conocí. No eras aquella lasaña de ayer, eras la de hoy, con berenjenas, zanahorias, hojas de espinaca fresca y berros, estabas con tu salsa de tomates, eras perfecta.
No fue una delicia de la nostalgia, sino el placer de lo nuevo. La casualidad de un local donde no hay menú.
Entre el goce de la combinación de sabores y texturas en mi paladar entendí que la lasaña del restaurante de mantel de cuadros, esa no volverá.
En mi vida he perseguido a esta lasaña perfecta. Fui a muchos lugares, pero jamás pude volver a darle a mi paladar el gusto de la perfección hecha pasta.
Un tiempo comía lasaña en el Naturista, era rica, pero hastío de tanto consumirla. También visité el Da carla y el Oh Sole Mío, pero no lograban darle al punto de la perfección.
Por cierto, probé en un montón de locales cuyo nombre no recuerdo (y de otros tantos que no quiero acordarme)
Hace algunos años tuve una esperanza por allí por República (o quizás Brasil, soy mala con las calles) en el San Genaro (que por cierto, ahora hace comida mexicana… sin comentarios), me dieron una lasaña que estaba demasiado rica, pero esa ilusión no duro más que una vez, fue ese loco amor de verano, intenso y fugaz…
Pero lo que sucedió hace unos días, eso, no me lo explico. Ya olvidados mis propósitos, decidí servirme algo en el centro (en realidad, no quería cocinar) y en ese local de libros y música, te conocí. No eras aquella lasaña de ayer, eras la de hoy, con berenjenas, zanahorias, hojas de espinaca fresca y berros, estabas con tu salsa de tomates, eras perfecta.
No fue una delicia de la nostalgia, sino el placer de lo nuevo. La casualidad de un local donde no hay menú.
Entre el goce de la combinación de sabores y texturas en mi paladar entendí que la lasaña del restaurante de mantel de cuadros, esa no volverá.
Creo que transmites muy bien lo que suele suceder cuando buscas algo que experimentaste en el pasado; suele pasar que en un dìa cualquiera entiendes que el recuerdo està ùnicamente en ti. Y en el momento que uno comprende eso puede disfrutar con la misma intensidad algùn otro sabor.
ResponderEliminarPor cierto, te amo y amo eso de ti, mi filòsofa preciosa =)!
Que pena la lasaña! Pero que agradable encontrar un nuevo gusto culinario, las cosas se van, pero quedan las esencias, esa lasaña reencarnó y se convirtió en una nueva :)
ResponderEliminarSi, un algo nuevo que nunca es lo mismo. Supongo que como en la vida, uno crea nuevos amores sin olvidar a los antiguos, pero simplemente sabes que no son los mismos :)!
ResponderEliminarMe encanta la lasaña y mas la moderna que la tradicional.
ResponderEliminarGracias por visitarme y comentar.
Es que me gustaba la idea del mantelito y bueno, de mis sabores de niña.
EliminarEs que me encanta tu blog :)!!
Y La Mangiatta? creo que su lasaña es maravillosa y el tiramisú ¡sublime!! Te llevaré para que hagas memoria...
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