Estoy en mi mejor momento para ser un genio literario. Tengo una enfermedad desconocida, tomo unas pastillas (medicadas) que alteran todas mis percepciones sensoriales y un odio al mundo, que mis percepciones no cambian porque veo todo más lento, más feo, más descolorido y a la gente increíblemente más como una caricatura horrible. Es como ver vanitas caminando: todos andan con su belleza mundana caminando al lado de su calavera, lo peor es que es una belleza nada más que vulgar innecesaria de ser recordada o guardada.
Sólo me falta ese amigo millonario, extremadamente atractivo en cualquier círculo social, que se maneje en el arte del mundillo literario, que crea en mi y me financie. Entonces, trato hecho y bienvenida a la fama.