lunes, 29 de abril de 2013

El mundo al revés

Érase una vez, una niña en una conferencia de alguna tema relacionado a las artes, la literatura o el cine, no recuerdo bien.
Uno de los asistentes se levantó y preguntó al expositor que había hecho su presentación recién:
- ¿Qué es lo que esperamos de una historia de ficción?
- ¡Verdad! - exclamó el expositor - Lo que la gente quiere de las historias es que sean verdaderas.
Hubo una ovación entre los adultos, aunque no excesiva, pues eran todos muy compuestos. Sin embargo, hubo quienes asintieron con palabras y otros en silencio, pero todos asintieron a la afirmación.
La niña, en cambio, se levantó indignada, "¿cómo va a ser la ficción verdadera"? se preguntaba para sí. "La ficción es sólo verosímil, al menos, ella no esperaba encontrar un perro en la vida real que le recomendara una marca de cereales, ni una ardilla de su tamaño vestida de astronauta, aunque bien le hubiera gustado. La ficción sólo aparenta la verdad, pero no lo es" Siguió pensado en segundos. "Verosímil, verosímil" Se repetía mientras la sangre le subía a la cabeza. Como la rabia tenía que salir por alguna parte, salió por la boca:
- ¡Verosímil!- gritó.
Pero a ella no la aprobaron, al contrario, la señalaron, porque la actitud de la niña no era nada educada y la hicieron callar porque los niños no tienen porque enseñarle a los adultos.
 
Pasó aquella conferencia y la niña decepcionada, pero aún sin rendirse, comenzó a preguntar a distintos adultos si ellos esperaban verdad en la ficción; los adultos respondían "por supuesto" y le miraban con la misma ternura con la que se mira a un idiota.
Así que un día, la niña se cansó y el cansancio le salió por los ojos y se puso a llorar, sollozaba y apenas si se le entendía lo que trataba de decir.
Un niño que andaba cerca, la escuchó llorar y se acercó lo suficiente, afinando  el oído para entenderle:
- Los adultos están locos, quieren la verdad en la ficción, pero cuando tienen que decir la verdad nos inventan historias, incluso sin sentido.
 
El niño simplemente la miró a los ojos, la abrazó fuerte y, mientras la niña se sentía comprendida, siguió llorando. La niña ya era una joven.

4 comentarios:

  1. Excelente tu relato... ya sea verdad o ficción.

    Saludos desde Buenos Aires.

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  2. jeje, los niños tienen una forma curiosa de ver las cosas.. es divertido comprobar cómo, mediante un pensamiento simple, son capaces de desmontar de un plumazo concepciones complejas de los adultos.

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    1. Por eso, aunque uno crezca, no debería abandonar del todo el espíritu infantil. Al menos, la capacidad de asombrarse y cuestionarse :)

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