lunes, 9 de enero de 2012

Rufa

Unos ojitos inquisidores me observan y es como si me preguntaran, ¿Por qué nos levantamos a esta hora?

Venciendo el frío de la mañana, me intento liberar de las sábanas, “sólo diez minutos más, no más” repito en mi cabeza.

Tus ojos siguen clavados en mi, curiosos y cuestionadores, ¿te vas a levantar?, ¿por qué?, ¿te vas? Siempre que te levantas temprano te vas, siempre que esta esa bolsa roja desapareces.

Sacó un brazo al frío y empiezo a mirarte mientras te acaricio. Tu cuerpo elástico responde al movimiento de mi mano. Te hago cariños, tú cantas de vuelta y te entregas sin recelos.

¿Sabrás cuanto significas para mi? Supongo que no tienes la menor idea y que jamás lo sabrás, pero desde el día en que tus ojitos se cruzaron con los míos, cambiaste mi vida. El día en que entraste a mi casa y simplemente decidiste quedarte aquí.

Subes a la cama para acomodarte a mi lado, yo intento encontrar el ángulo perfecto para no molestarte, pero entre tanta lucha con las frazadas, saltas de la cama. Vas hacia la maleta roja, la hueles, intentas entrar en ella y la marcas –tal vez- demasiadas veces. Me miras y me maullas, quizás no entiendes, pero sabes que me desapareceré unos días, ¿cierto?

Te miro y pienso si algún día podré llevarte conmigo, ¿te gustará viajar?, ¿te sentirás cómoda en un territorio que no sea el tuyo? Sin tu(mi) pieza, sin tu (mi) cama, sin tus(mis) cosas.

Bajo la maleta con cierto apuro, voy atrasada; te acarició la cabeza con rapidez y tú te dejas. No digo nada. Cierro la puerta para irme, antes de emprender la marcha volteó hacía la ventana y están tus ojitos mirándome como preguntando, ¿cuándo vuelves?.

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