Cuando uno escucha la palabra amor, inmediatamente se viene a la mente una clase de amor: el de pareja. Obviamente no es nuestra culpa, es que nos han hecho creer que el amor es sólo ese amor y muchas veces nos olvidamos de los otros amores. Más difícil se hace cuando nos toca considerar que ese otro amor sea uno mismo y que nuestro objeto de admiración y cariño seamos nosotros mismos. Nos es difícil ponernos en la balanza sin juzgarnos cuando nos han enseñado a hacerlo.
A veces es más fácil generar admiración hacia un otro, de alguna manera extraña, ese es un amor más tangible que el amor propio y lo que se recibe de vuelta, sin duda es más tangible: el abrazo, el toque suave, la mirada. Nos vemos de la mano con el otro caminando para siempre, pero es más difícil vernos a nosotros mismos caminando junto a nosotros. El tema del amor propio es más complicado, aunque es bastante más seguro que al final de nuestra vida estemos con nosotros mismos que con cualquier otro, ¿no?
No digo que haya que convertirse en narciso, pero no creo que eso sea el amor propio sea eso, tampoco es un asunto de poco o mucho amor propio porque amar es una acción completa, no sea ama mucho o poco, se ama (otra mala costumbre de la lengua). Es cierto que no es un asunto tan simple, pues el amor no es estático, aunque este punto sería incapaz de explicarlo, es una intuición que viene ya desde la época medieval y que me parece muy acertado.
¿A qué viene todo esto? Vi una foto del puente del amor de París y me vino la nostalgia, es un lugar donde van las parejas y escriben sus nombres en un candado, lo ponen en la reja del puente y lanzan la llave al río que cruza el puente. Me puse a pensar melancólicamente hasta que deje de hacerlo. Entonces pensé que si fuera haría un trato conmigo: de amarme como soy el resto de mi vida y hasta mi último suspiro. Quizás no tiraría la llave al mar -aunque la razón por la que la lanzan es preciosa, pues es para que no puedan deshacer la promesa-, me la traería de vuelta como mi recordatorio para tenerlo presente en los momentos difíciles, esos en que uno se niega a sí mismo.