Bueno, la mía tuvo una cuota de sencillez que agradecí. Una cuota que me ha hecho pensar que me he parado más positiva ante el mundo (aunque no menos cansada o deprimida).
Todo partió en mi trabajo, con tristeza ante los despidos de algunos compañeros, pues este trabajo es literalmente una casona antigua y así la han mantenido, buscando que todos nos relacionemos entre todos, así que felices de ser parte de este hogar, pero triste por quienes nos han tenido que dejar.
También decidí hacer unos pequeños regalitos a mi familia. Los hice a cada uno de ellos en figurillas del material de los palitos de helado, ha sido muy divertido, pues aunque no supiera como iba a funcionar a cada uno le ha gustado su propio yo miniatura y hasta mi abuela se animó a jugar.
Ha sido la primera navidad sin mi abuelo y la hemos pasado sólo los seis (padre, madre, hermano, tío, abuela y yo).
Una copa de espumante servida al centro en honor a mi tata, llantos, risas y reconexión.
A veces, la vida nos aleja, pero es lindo saber que el amor nos sigue uniendo y que sabemos que aún podemos llorar los unos frente a los otros, que podemos reír y seguir jugando.